COF. DEL SANTISIMO CRISTO DEL HUMILLADERO Y MARIA SANTISIMA CORREDENTORA
La
restauración de la Ermita del Espíritu Santo, el establecimiento
de culto en la misma tras muchos años de interrupción,
el nacimiento de una nueva barriada, la de “Carneril”,
auspiciada por el párroco de San Mateo, don Santiago
Gaspar, pionera de la actual de “Llopis Iborra”, y la
amplia labor de apostolado llevada a cabo en la zona
por la citada parroquia de San Mateo, facilitaron en
1950 la restauración de la Cofradía, que fuera Sacramental,
del Espíritu Santo (fundada en 1582), ahora con carácter
penitencial, titulada Cofradía del Santísimo Cristo
de la Buena Muerte del Espíritu Santo, que el Jueves
Santo de 1950, desfiló delante de la Cofradía de la
Vera Cruz.
Más tarde, al constituirse aquella zona en circunscripción de una nueva parroquia, creada en 1956 bajo la advocación de Espíritu Santo, se desvinculó de aquella y dejó de desfilar por el centro de la Ciudad, haciéndolo exclusivamente por la Barriada.
Fue entonces cuando el tallista local Venancio Rubio talló para ella una imagen, copia de la Dolorosa de Salzillo, que hoy se venera, bajo la advocación de María Corredentora, incorporándola al desfile procesional de esta cofradía actualmente denominada tal aparece en el encabezamiento de esta reseña.
Cuando hoy con unos cuatrocientos hermanos, cuya extracción social sigue siendo la que a finales del Siglo XIX le atribuye el párroco de San Mateo en un informe realizado sobre el estado en que se encontraban las cofradías existentes en su jurisdicción: establecida principalmente por la clase proletaria.
No era en 1950 la primera vez que se restauraba esta Cofradía, ya lo había sido en 1833, cuando el 24 de Febrero se realiza una reunión en la Sacristía de San Mateo, promovida por el párroco de la misma, don Pedro Chaves Flores y a la que asistieron los siete miembros supervivientes de la misma (Antonio Merino, Manuel Cirilo, Antonio Clavel, Francisco Carrasco, Miguel Gómez, Pedro Guerra y Juan Espada).
En la reunión se puso de manifiesto la penuria de la misma, pues sólo contaba con su enorme antigüedad. Privada de sus documentos, destruidos por la francesada.. Su ermita arruinada, como consecuencia del trato recibido durante su utilización como hospital militar y estancia de los de Napoleón. La imagen de su titular, el Cristo del Espíritu Santo, se suponía en casa de una particular, doña Isabel, viuda de don Faustino Gómez. Sin otros bienes que las escasas rentas que le producían los depósitos de los que le fueron enajenados en la desamortización de Carlos IV, y los posibles derechos a un vínculo, creado por don Andrés Andrada, cuyo usufructo le discutiría la Cofradía de Jesús Nazareno.
Pese a tan crítica situación, los reunidos escucharon del párroco de San Mateo estas palabras: siendo dependiente de su parroquia la mencionada ermita y cofradía no podía consentir que mientras existiesen hermanos que la sirviesen se considerase extinguida sino que debía promover su religiosidad a favor de su reparación y aumento.
Allí se señalaron las primeras metas de aquella cofradía: Recuperación de sus cultos e imagen de su Cristo titular que se colocaría en el templo parroquial, extensión de la cofradía e investigación de sus bienes. Se nombró mayordomo de la restaurada hermandad a don Eleuterio Álvarez. Estableciendo que su fiesta principal se celebraría el día de Pentecostés. Se procedió a la elaboración de estatutos, 20 de marzo de 1833, que fueron aprobados por el obispo diocesano don Ramón Montero, tres días después, el 23. En ellos la Cofradía se fijaba como especial meta al fomento del culto al Santísimo Sacramento, llevarlo a los enfermos en forma de viático con la mayor pompa y solemnidad posible.
Se establecía la Hermandad en el templo de San Mateo, hasta tanto se habilitase su Ermita.
Además de misas y responsos por los cofrades difuntos, adquiría la obligación de alumbrar con cera al Santísimo en el templo de su sede. El obispo, de gran fervor eucarístico, justificaba la aprobación, de aquellos estatutos en la necesidad de que Cáceres contase con una cofradía sacramento y el abandono en que se tenían las MINERVAS MESUALES, seguramente recordando las procesiones que con tal nombre se celebran en Madrid, en la Octava del Corpus; él era natural de Fuencarral.
Cuando la Cofradía se encontraba en trance de organización, hacia 1836, falleció doña Josefa Mostazo y con ello el vínculo creado por don Andrés de Andrada, fue disputado por la Cofradía de Jesús Nazareno a la del Espíritu Santo, dirigida por un mayordomo, Benito Mogollón, que reclamó para su hermandad los bienes de aquel vínculo, pues tras la muerte del último familiar del Sr. Andrada era a la del Espíritu Santo a la primera que le correspondía. A ello se oponía la de Jesús Nazareno, alegando que la del Espíritu Santo y Nª. Sra. del Buen Suceso, prácticamente no existía y que su apresurada creación se debía al exclusivo deseo de conseguir aquellos bienes.
Cuenta esta Cofradía en la actualidad con poco más de cuatrocientos hermanos. Procesiona por las Barriadas del Espíritu Santo, Carneril y Llopis Iborra, en medio de un ambiente popular particularísimo. Sin que falte algún año en el que procesiona por las tradicionales calles de los itinerarios procesionales cacereños.
Su desfile procesional se inicia a las doce de la noche del Jueves Santo y hace pocos años incorporó al mismo una magnífica talla de Amarrado a la Columna, que durante más de dos siglos procesionó la Cofradía de la Vera Cruz, a la que allá en el siglo XVII le fue donada por Francisco Carrasco, un capitán cacereño que había estado en Indias y la trajo de Sevilla.
Es este Amarrado talla barroca que puede enmarcarse en el círculo artístico de Pedro Roldán. |